Renoir reaparece con una obra jamás vista que alcanza 1.8 millones de euros en París

Hay cuadros que, aun antes de ser mirados, parecen arrastrar consigo el murmullo de los años. Tal es el caso de una obra desconocida de Pierre-Auguste Renoir que, tras más de un siglo resguardada en el ámbito privado, emergió finalmente a la luz para ser subastada en París. La pintura, donde aparece el pequeño Jean Renoir jugando sobre las rodillas de su niñera Gabrielle Renard, alcanzó un precio de 1,8 millones de euros, cifra que supera las expectativas iniciales y confirma la perdurable fascinación por el maestro impresionista.

La pieza, titulada El niño y sus juguetes Gabrielle y el hijo del artista, Jean, nunca había sido mostrada al público ni registrada en los archivos especializados. Ese velo de anonimato, preservado durante décadas, dotó al lienzo de una aura casi legendaria. Su comprador, un coleccionista internacional cuyo nombre no fue revelado, se llevó consigo no solo una obra de museo sino un fragmento íntimo de la vida familiar del pintor.

Renoir pintó la escena entre 1890 y 1895, cuando la vida doméstica ocupaba un lugar central en su inspiración. En ella se aprecia al joven Jean —futuro cineasta de renombre— absorto en sus juguetes, mientras Gabrielle Renard, figura crucial en la memoria afectiva del artista, lo sostiene con la serenidad casi ritual de quien ha sido parte silenciosa de una casa. El formato mediano del óleo, de 54 por 65 centímetros, concentra la calidez de esa vida cotidiana que Renoir elevó a tema artístico.

La obra tiene, además, una historia de custodias afectivas. Perteneció primero a Jeanne Baudot, única alumna y amiga cercana del pintor, quien la conservó hasta su muerte en 1957 en su hogar de Louveciennes, donde Renoir instalara su taller. A su fallecimiento, pasó a manos de Jean Griot, resistente durante la Segunda Guerra Mundial y figura destacada del gabinete de Charles de Gaulle, antes de dirigir el diario Le Figaro en la década de 1970.

El subastador subrayó que este cuadro jamás abandonó el círculo familiar ni apareció en catálogos oficiales, condición que explica el asombro y entusiasmo con que fue recibido. Su irrupción en el mercado del arte no solo revaloriza la obra tardía de Renoir, sino que recuerda que la historia del arte aún guarda secretos, piezas que resurgen como mensajes desde el pasado y que, al ser reveladas, amplían el mapa emocional y creativo de un artista ya conocido.

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