Por los que No tienen Voz, columna de opinión de Sofía Álvarez

Caminar por las calles de San Luis Potosí es toparse, inevitablemente, con la mirada triste de un perrito en abandono. Están en avenidas, en mercados, en parques, afuera de los OXXOs, buscando un poco de comida, un lugar donde echarse, o simplemente una caricia. Son parte del paisaje urbano, pero no deberían serlo.

Cada año, miles de perritos son abandonados en calles, carreteras, terrenos baldíos o incluso fuera de refugios saturados que sobreviven con las pocas donaciones que reciben. Algunos fueron regalos de cumpleaños, otros adquiridos por impulso o por moda. Cuando crecen, enferman o simplemente dejan de ser “convenientes”, sus familias humanas los dejan atrás, como si fueran objetos sin alma. Pero los perros sí tienen alma. Y sienten.

El abandono animal no es solo un acto de irresponsabilidad; es una forma de crueldad normalizada. Muchos de esos perritos terminan atropellados, enfermos o muriendo de hambre. Otros sobreviven, pero cargan con el trauma de la traición. No entienden por qué su humano ya no volvió, por qué ahora duermen bajo la lluvia o por qué deben pelear por un poco de comida.

Más allá de la tristeza, hay responsabilidad social. Adoptar un perro no es un capricho, es un compromiso de años. Es brindar cuidados, cariño, alimento, tiempo y respeto. Los animales no son desechables. Son compañeros leales que merecen una vida digna hasta el final.

El cambio empieza con empatía y educación. Enseñemos a los niños que los animales sienten. Esterilicemos, no compremos por impulso, apoyemos a los refugios y denunciemos el maltrato. Si no puedes adoptar, ayuda difundiendo, donando o simplemente no siendo indiferente. Porque el abandono no es solo una tragedia para el perro, también lo es para la humanidad que lo permite.

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de © Dog News 2024

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