México vuelve a encender la pantalla en Sundance

Hay años en los que el cine mexicano avanza con la fuerza de una corriente subterránea: silenciosa, pero imparable. La edición 2026 del Sundance Film Festival será testigo de ello con la llegada de La Cazadora y Jaripeo, dos obras que, desde rincones distintos del país, han construido relatos potentes, urgentes, capaces de dialogar con una audiencia internacional sin perder su raíz más íntima. El anuncio, hecho el 10 de diciembre de 2025, marca un nuevo capítulo para una cinematografía que ha aprendido a hablar desde la herida, pero también desde la resistencia.

La Cazadora, protagonizada por Adriana Paz, nace de un episodio real ocurrido en Ciudad Juárez en 2013. Sin embargo, su fuerza no radica únicamente en el acontecimiento, sino en la manera en que la película transforma esa realidad en un retrato de desafío y dignidad. La historia de una mujer que decide enfrentar la impunidad y la violencia de género no se cuenta aquí con estridencia, sino con una lucidez que incomoda y conmueve. Paz ha dicho que encontró en este personaje uno de los retos más significativos de su carrera, una voz que se niega al silencio. Su participación se acompaña del talento de Teresa Sánchez, Jennifer Trejo, Eme Malafe en su debut y Guillermo Alonso, en un elenco que sostiene la intensidad emocional del filme.

Mientras tanto, Jaripeo, dirigido por Efraín Mojica y Rebecca Zweig, abre una ventana poco explorada dentro de una tradición profundamente arraigada en el México rural. Filmado durante cuatro años en Penjamillo, Michoacán, el documental observa de cerca el mundo del jaripeo, una práctica comúnmente asociada con la hipermasculinidad. Pero lo que emerge de este largo seguimiento no es la reiteración de lo sabido, sino la revelación de aquello que siempre estuvo ahí y pocos habían querido mirar: vínculos, afectos y expresiones queer que conviven en medio de la arena polvorienta, de la música estruendosa y del ritual comunitario. La sección NEXT del festival, dedicada a propuestas que desmontan formas narrativas tradicionales, encontró en esta obra una apuesta capaz de ir más allá del registro documental.

La presencia conjunta de La Cazadora y Jaripeo no solo coloca a México en el mapa de los estrenos mundiales de Sundance; también demuestra que nuestras historias, cuando se narran con verdad y riesgo, pueden convertirse en espejos incómodos y necesarios. Ambos proyectos dialogan con problemáticas sociales que atraviesan al país: violencia de género, identidad, tradición, comunidad, resistencia. Y lo hacen sin concesiones, con una mirada que combina rigor cinematográfico y sensibilidad histórica.

En un festival que desde su origen ha buscado celebrar la independencia creativa, resulta significativo que estas dos obras mexicanas lleguen para recordar que el cine también es un acto de memoria, de denuncia y de afecto. Quizá por eso su selección no sea solo un reconocimiento artístico, sino la confirmación de que las historias que vienen del fondo —del desierto, del ruedo, de la vida diaria— siempre encuentran la manera de hacerse escuchar.

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