En un auditorio universitario, lejos del estruendo industrial pero muy cerca de su origen intelectual, la doctora Sandra Beatriz Aguirre Vega recordó que algunas de las grandes transformaciones del mundo comienzan en escalas casi invisibles. Durante su conferencia sobre nanomateriales, impartida en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, la investigadora de la Universidad Autónoma de Baja California trazó un puente entre la ciencia de laboratorio y el desarrollo económico que sostiene a las naciones modernas.
Ante la comunidad académica de la Facultad de Ciencias, la especialista desmenuzó con claridad los secretos de los nanomateriales: su naturaleza, las rutas para obtenerlos y las razones por las que hoy son piezas clave en los procesos catalíticos y fotocatalíticos. Su exposición avanzó con la paciencia del oficio científico y la vocación pedagógica de quien sabe que comprender es el primer paso para transformar.
La catálisis, explicó, es uno de esos engranajes silenciosos sin los cuales la industria química no podría existir. Gracias a ella se producen innumerables sustancias de uso cotidiano, se reducen tiempos, se ahorra energía y se abaratan costos. En esa eficiencia técnica hay también una historia social: producir mejor implica contaminar menos y usar con mayor responsabilidad los recursos disponibles.
Más reciente y todavía más prometedora es la fotocatálisis, un campo que apuesta por la luz solar como aliada para detonar procesos químicos limpios y eficientes. Aguirre Vega habló de su potencial para la recuperación de aguas, la reducción de contaminantes y la construcción de modelos verdaderamente sustentables, donde ciencia y medio ambiente dejan de ser adversarios.
Con una mirada honesta sobre las limitaciones que enfrenta la investigación en países en desarrollo, la académica subrayó la necesidad de invertir en ciencia, fortalecer redes de colaboración y formar nuevas generaciones con bases sólidas. Investigar, dijo, no es un lujo, sino una decisión de futuro. Y en ese llamado final, la ciencia dejó de ser diminuta para convertirse en una apuesta colectiva de gran escala.








