La tragedia que dejó miles de damnificados al romperse la presa La Constancia no solo marcó una de las peores catástrofes en la historia de San Luis Potosí, también reveló la fuerza de su gente. Hoy, con lluvias intensas y presas al límite, esta historia cobra nueva urgencia.
La historia es muchas veces ingrata, y en San Luis Potosí, 1933 parece haber quedado sumido en el olvido. Pero hubo una noche —la del 15 de septiembre— en que la ciudad entera fue arrasada por una ola implacable de agua. No fue una crecida lenta, fue una descarga brutal que barrió puentes, casas y vidas enteras. Todo empezó cuando la presa La Constancia —aquella que recibía el excedente de San José— colapsó tras horas de lluvia intensa. Seis millones de barriles de agua se soltaron como un puño de piedra.
Era el aniversario del inicio de la Independencia. Las familias estaban en la Plaza de Armas celebrando. Otros dormían. Nadie imaginaba que una de las mayores tragedias urbanas del siglo XX golpearía esa misma noche. Un murmullo entre la multitud —“¡Se reventó la presa!”— bastó para encender el pánico. Quienes podían, huían hacia la zona alta del Santuario. La muerte llegó como ráfaga. Morales, Santiago, Tlaxcala, Montecillo y Soledad fueron los más golpeados. No hubo advertencia. Solo una ola oscura arrastrándolo todo.
Pero incluso entre la devastación surgió algo más poderoso que el agua: la solidaridad. En pocas horas, soldados, zapadores, vecinos y comerciantes se unieron para rescatar, alimentar, consolar. La ciudad, a media destrucción, no se quebró. Se abrazó. Se entregó a una causa común: resistir. Fue el momento más crudo, pero también el más humano. Se instalaron comedores, se compartieron bienes, se removieron escombros a mano limpia. Hubo héroes anónimos, como los dos policías caídos, o la bebé que sobrevivió en un envoltorio de trapos a orillas del río.
Hoy, cuando las lluvias vuelven a azotar la región y las presas se llenan a velocidad preocupante, vale la pena recuperar esta memoria no para temer, sino para actuar. Es un recordatorio de lo que puede pasar cuando se descuida la infraestructura hidráulica, pero también una invitación a la prevención y la organización civil. Porque sí, la historia se repite, pero también puede enseñarnos.
¿Qué hacer si una presa colapsa?
Primero, no esperar señales visibles: si hay alerta por lluvias intensas y se vive cerca de cauces o presas, hay que preparar una ruta de evacuación hacia zonas altas. Identificar refugios temporales, llevar consigo documentos, agua, alimentos no perecederos y medicamentos. En caso de evacuación, seguir instrucciones de Protección Civil, evitar puentes o calles inundadas y mantenerse informado por medios oficiales. Lo aprendido en 1933 debe hoy convertirse en cultura de prevención.
San Luis Potosí ya vivió lo impensable. Que no lo olvide. Que no lo repita. Que vuelva a mostrar, si es necesario, su capacidad de cuidarse unos a otros. Pero esta vez, sin tener que lamentar primero.









