La Huasteca resucita entre flores y economía: el Xantolo que llenó de vida a los pueblos

En la Huasteca potosina, donde los ríos susurran historias antiguas y los montes guardan secretos de los pueblos originarios, la muerte vuelve a ser celebración. Entre el 29 de octubre y el 2 de noviembre, el Xantolo —esa mezcla única de devoción, color y memoria— convocó a miles de familias que, entre flores, música y copal, también dieron un respiro a la economía regional. En un territorio que hace apenas semanas enfrentó las secuelas de las inundaciones, la tradición se convirtió en motor de esperanza.

Plazas públicas, calles y espacios culturales de Tamazunchale, Matlapa, Xilitla, Axtla de Terrazas, Tanquián de Escobedo, San Vicente, Aquismón, Tamasopo y Ciudad Valles se transformaron en escenarios vivos de identidad. Los visitantes, locales y foráneos, llenaron cada rincón con su presencia: más de 386 mil personas participaron en los festejos, impulsando una derrama económica que superó los 443 millones de pesos y elevó la ocupación hotelera a niveles cercanos al cien por ciento. La Huasteca volvió a brillar, esta vez con velas y billetes, con fe y movimiento.

En los restaurantes se sirvió tradición; en las cocinas familiares, el olor del tamal y el atole convivieron con el bullicio del turismo. Las tiendas de artesanías recuperaron su ritmo, los guías retomaron sus recorridos y los pueblos, que hace poco miraban con preocupación al cielo, ahora encontraron alivio en el flujo constante de visitantes. La fiesta de los muertos fue también una celebración de la vida que regresa.

De las cuatro mil 166 habitaciones disponibles en los 20 municipios de la región, la mayoría fue ocupada por visitantes provenientes de otras partes del estado, de diversas entidades y hasta del extranjero. Cada hospedaje lleno, cada mesa reservada y cada altar compartido reforzaron la idea de que el Xantolo no solo honra a los que partieron, sino que impulsa a los que permanecen.

El Gobierno del Estado ha consolidado con ello una estrategia que une lo simbólico con lo tangible: preservar la cultura mientras se fortalece la economía. La celebración no solo fue un ritual ancestral, sino también un acto de política viva, donde la tradición se entiende como desarrollo y la memoria como motor de futuro.

Así, entre el murmullo de los rezos y el eco de los danzantes, la Huasteca potosina demostró una vez más que su espíritu no se hunde. El Xantolo, con su magia mestiza, volvió a recordarnos que incluso después del agua y del dolor, la vida siempre encuentra su manera de florecer.

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