En la 116 Asamblea Ordinaria del Instituto Mexicano del Seguro Social, Claudia Sheinbaum habló no solo como presidenta, sino como heredera de una institución que ha acompañado —y a veces sostenido— la vida del país durante casi un siglo. Desde ese lugar, afirmó que al terminar su sexenio se habrán levantado tres veces más camas de hospital que las construidas en más de tres décadas previas, una cifra que, más allá del contraste político, busca subrayar un cambio de rumbo: el regreso del Estado a la tarea de cuidar a su población desde lo público.
Sheinbaum reivindicó al IMSS como un orgullo nacional, una especie de columna vertebral que, pese a los embates, se mantiene en pie gracias al crecimiento de su base laboral y al aumento de salarios, factores que hoy fortalecen sus finanzas internas. Su mensaje, lejos de la épica, fue claro: modernizar la institución no es un privilegio, sino una necesidad para garantizar el derecho a la salud como un derecho humano, una convicción que atraviesa su proyecto de gobierno.
En ese repaso histórico, la mandataria reconoció que los rezagos no surgieron de la noche a la mañana. Se trata de heridas acumuladas, resultado de años de abandono institucional. Frente a ello, destacó el papel del programa IMSS Bienestar, concebido como una estrategia de recuperación del espíritu original del Seguro Social: un sistema para quienes más lo necesitan, donde la atención universal sea más que un ideal constitucional.
Uno de los anuncios más significativos fue la credencialización universal, prevista para enero de 2026. Con ella, cada ciudadano podrá atenderse indistintamente en el IMSS, el ISSSTE o IMSS Bienestar. Es un movimiento ambicioso hacia un sistema de salud unificado, donde las barreras administrativas cedan frente a una lógica de integración nacional. La presidenta añadió que la coordinación interinstitucional ya trabaja en diagnósticos digitales que permitirán atención sin importar la institución de origen, un avance que intenta colocar a México en sintonía con las tendencias contemporáneas de salud pública.
Antes de cerrar, Sheinbaum recordó que el IMSS ha demostrado su vocación social incluso en los momentos más oscuros: terremotos, crisis económicas, pandemias. En esas pruebas, dijo, el instituto se convirtió en refugio y en gesto colectivo. Por eso pidió a las y los trabajadores preservar ese espíritu en la atención cotidiana, como si en cada consulta se jugara el significado mismo de lo público. No era un discurso técnico, sino una invitación a cuidar lo que aún puede salvarse.








