En un rincón del altiplano potosino, donde el concreto suele marcar la frontera entre la ciudad y el olvido, se erige una obra tan necesaria como insólita: el Hospital y Refugio “Huellitas”, un santuario moderno para perros y gatos en situación de calle que, más allá del ladrillo y la varilla, es símbolo de compasión institucionalizada. El gobernador Ricardo Gallardo Cardona recorrió su interior en construcción, aún cubierto de polvo, pero ya colmado de intención: será el primer recinto público en su tipo en San Luis Potosí, equipado para curar cuerpos peludos y devolver dignidad a quienes rara vez la encuentran.
El proyecto, levantado en Soledad de Graciano Sánchez, ya alcanza un 75 por ciento de avance. El mandatario verificó personalmente cada espacio —quirófanos, salas de rayos X, zonas de cuarentena y consultorios—, haciendo observaciones que revelan no solo rigor técnico, sino un inusitado compromiso con el bienestar animal. Y es que aquí no se trata de construir un simple albergue, sino un centro integral con estética veterinaria, áreas de adopción y atención diferenciada para canes y felinos. Una obra que enuncia, sin aspavientos, una política pública decididamente distinta.
La superficie de más de 4 mil 300 metros cuadrados albergará a más de 500 animales, pero sus dimensiones más poderosas no se miden en metros, sino en el impacto social que promete. Porque “Huellitas” no solo sana a los animales: sana también el vínculo que la ciudad ha perdido con sus habitantes más pequeños y peludos. El acompañamiento del presidente municipal Juan Manuel Navarro Muñiz durante el recorrido no fue casual: refleja una suma de voluntades que, al parecer, apuesta a consolidar un modelo de ciudad más amable y empática.
Parte del proyecto también contempla la pavimentación de la vialidad aledaña, una acción que parece menor, pero que ilustra bien el espíritu integral de esta obra. No es sólo la construcción del hospital lo que se persigue, sino la dignificación del trayecto mismo: facilitar el acceso a las familias que, con frecuencia, asumen la custodia de un animal como un acto de resistencia ante la indiferencia. La nueva vialidad no lleva nombre aún, pero ya es camino hacia una ética distinta.
En México, se estima que siete de cada diez perros viven en la calle, y apenas un porcentaje mínimo logra ser adoptado. El Hospital “Huellitas” nace entonces en medio de un drama silencioso, como respuesta concreta a una deuda histórica. En el terreno donde se alza, antes no había más que maleza. Ahora, en su lugar, brota una estructura que bien podría marcar un antes y un después en la forma en que entendemos la política de protección animal.









