Guillermo del Toro abre las puertas de su Bleak House: reliquias del terror cambian de manos

Guillermo del Toro, maestro de lo fantástico y alquimista del horror cinematográfico, decidió soltar parte de su propio tesoro. Una fracción de su célebre colección —más de cien piezas que habitaban en su mítica Bleak House de Santa Mónica— salió a subasta el pasado viernes, alcanzando cifras millonarias. La pieza más codiciada, una pintura de H.R. Giger para el guion inédito El Turista, se vendió por 325 mil dólares, marcando un récord para el artista que dio vida al icónico Alien.

La decisión de desprenderse de estas reliquias no fue tomada a la ligera. Del Toro confesó que la experiencia de los incendios forestales en Los Ángeles lo obligó a pensar en la fragilidad de los objetos y en la necesidad de planear un legado. “Este duele. El próximo, voy a sangrar”, confesó con la honestidad de quien sabe que soltar también es un acto de amor. A sus sesenta años, el director entiende que custodiar no es poseer, sino garantizar que las obras encuentren nuevos guardianes.

La subasta, organizada junto a Heritage Auctions de Dallas, reunió desde cómics y obras gráficas hasta piezas icónicas de la filmografía de Del Toro. La gabardina que vistió Ron Perlman en Hellboy alcanzó los 50 mil dólares, mientras que dos trajes de Pacific Rim fueron adquiridos por 75 mil cada uno. Entre los tesoros también figuraron ilustraciones de Jack Kirby, Richard Corben y la monumental edición ilustrada de Frankenstein por Bernie Wrightson, que llegó a los 250 mil dólares.

Más allá de las cifras, lo ocurrido tiene un valor que desborda lo económico: cada puja fue también un gesto de continuidad cultural. Para quienes aman el cine, estos objetos no son simples reliquias, sino fragmentos de la memoria colectiva de nuestra era. Los potosinos —como espectadores atentos de las huellas de Del Toro en la cultura universal— hallan en este acto un recordatorio poderoso: la importancia de proteger, difundir y resignificar el arte, aun cuando se transforma de manos. Lo que sucede en Bleak House resuena también en nuestras propias casas, donde el patrimonio cultural debe cuidarse con igual fervor.

El propio director se declaró satisfecho al finalizar la jornada. “Me siento como un buen guardián, sabiendo plenamente que estos y futuros artefactos han encontrado manos amorosas”, escribió. En esas palabras late una lección: lo verdaderamente valioso no es el objeto en sí, sino la red invisible de historias, emociones y memorias que lo acompañan.

Y aunque algunas piezas no lograron comprador inmediato —como la emblemática “Big Baby” de Hellboy—, aún permanecen disponibles en la subasta digital, esperando a quienes deseen sumarse a este viaje. Así, cada objeto de Del Toro no solo abandona un estante en Santa Mónica: se reinventa como parte de una nueva narrativa, prolongando la historia de lo fantástico más allá del hombre que lo coleccionó.

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