Fotografa mexicana es galardonada con el Premio Princesa de Asturias 2025

En la vasta y compleja constelación de fotógrafos que han logrado dejar una huella indeleble en la historia del arte, Graciela Iturbide brilla como una estrella que no solo ilumina con la precisión técnica de su lente, sino también con la profundidad emocional que impregna cada una de sus imágenes.

Este año, la fotógrafa mexicana ha sido galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2025, un reconocimiento a su “mirada innovadora” y su capacidad para capturar la esencia misma de los sujetos y paisajes que aborda. Un premio que no solo honra su contribución a la fotografía, sino también el impacto cultural y social de su obra, que se extiende más allá de las fronteras de México, tocando corazones y mentes en el mundo entero.

Graciela Iturbide nació en la Ciudad de México en 1942, en un contexto de transformación social y cultural. Desde sus primeros pasos en el mundo de la fotografía, fue capaz de ver más allá de la superficie, abordando no solo la realidad visual de sus sujetos, sino también su alma, su historia, su lucha. Su obra, esencialmente en blanco y negro, ofrece una visión cruda y profundamente simbólica de México, un país en el que las tradiciones se mezclan con las tensiones del modernismo. 

Su enfoque está marcado por una constante exploración de lo cultural, lo social y lo místico, elementos que resuenan con una riqueza que pocos fotógrafos han alcanzado. En sus icónicas series de fotografías, como la conocida «Mujeres Oaxaqueñas» o «La Memoria», Iturbide captura no solo la imagen externa, sino también la percepción subjetiva de sus sujetos, como si tratara de descifrar las historias no contadas, los secretos silenciados, de las personas que fotografiaba. Es esta capacidad de interpretar el mundo de manera tan profunda y personal lo que le ha valido el reconocimiento de la crítica internacional y, ahora, el prestigioso premio en cuestión.

Su trabajo ha trascendido el ámbito artístico para convertirse en un referente de la fotografía documental contemporánea. Iturbide no solo ha sido testigo de los cambios en su país natal, sino que ha documentado el rostro humano de esos cambios, el de los pueblos indígenas, las celebraciones tradicionales, los rituales místicos. La seriedad de su mirada, que se entrelaza con la poesía visual, ha permitido que su trabajo resuene profundamente en la comunidad internacional, llevando al espectador a un viaje emocional que no solo observa, sino que también siente. En sus imágenes, México deja de ser un paisaje distante y se convierte en un lugar emocionalmente cercano, que habla al alma.

En un giro intrigante hacia lo desconocido, se podría afirmar que las imágenes de Iturbide no se limitan a lo que muestran, sino a lo que nos permiten sentir, a lo que nos revelan acerca de nosotros mismos. Este es el hallazgo invaluable en su arte: un recordatorio de que la fotografía no es solo un acto técnico, sino una exploración visceral de lo humano. Y es precisamente esta capacidad de profundizar en la emoción y el simbolismo lo que le ha valido el reconocimiento de la Fundación Princesa de Asturias, un reconocimiento que coloca a Graciela Iturbide no solo como una de las fotógrafas más importantes de América Latina, sino como una de las grandes voces universales del arte contemporáneo.

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