Elena Poniatowska: una sala para la mujer que convirtió al país en palabra

El Senado de la República dedicó su Sala de Comparecencias a Elena Poniatowska Amor, en un gesto que trasciende el protocolo y entra en el territorio de la memoria. No se trata solo de honrar a una escritora, sino de nombrar un espacio con la voz de una mujer que, durante décadas, transformó la vida pública mexicana al narrar aquello que otros no quisieron ver: la dignidad de los marginados, la persistencia de las luchas sociales y la fragilidad luminosa de la historia.

Laura Itzel Castillo, presidenta del Senado, definió este homenaje como un acto de justicia cultural. Y el término no es casual. Poniatowska ha sido, desde su primera crónica, una presencia que incomoda y consuela: testigo de los movimientos populares, acompañante de quienes no tuvieron tribuna y brújula ética de una literatura que se atrevió a mirar de frente la desigualdad. En sus libros late el pulso de México y esa pulsación es quizás la que ahora queda inscrita en mármol.

La ceremonia tuvo el tono íntimo que suelen tener las despedidas simbólicas. Poniatowska habló poco, pero lo necesario: recordó a Demetrio Vallejo, a Rosario Ibarra de Piedra, a las mujeres que marcaron su camino y a los instantes que moldearon su oficio. Su agradecimiento fue más un abrazo que un discurso; una manera de decir que toda vida entregada a la escritura es, en realidad, un acto de defensa de la libertad.

Beatriz Mojica, presidenta de la Comisión de Cultura, subrayó que nombrar la sala en honor a la autora es también reconocer a quienes han narrado la verdad desde abajo, desde la quebradura humana donde nacen las historias que importan. La obra de Poniatowska, dijo, rescató voces que hubieran sido devoradas por el silencio, y las devolvió al país como parte de su identidad colectiva.

El homenaje, aprobado por unanimidad, ocurre en un tiempo donde las instituciones presumen —y ejercen— una nueva conciencia sobre la presencia femenina en la historia pública. Como recordaron las legisladoras, parafraseando a la presidenta Claudia Sheinbaum, es tiempo de mujeres. Y si alguien ha demostrado cómo se construye esa presencia, palabra tras palabra, es Elena Poniatowska. Con este acto, el Senado no solo honra una trayectoria: recuerda que la memoria de un país también se escribe con tinta viva.

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