El Poder del Voluntariado, columna de opinión de Sofía Álvarez

Sofia Álvarez
En un mundo que a veces parece girar demasiado rápido, ser voluntaria es una forma de detenerse y mirar a nuestro alrededor. Es un acto que, aunque muchas veces no deja huella en los titulares, transforma realidades de una manera profunda y duradera.
 
Ser voluntaria no es solo “dar” tiempo; es invertirlo en lo que verdaderamente importa. Es abrir un espacio en la agenda para tender la mano, escuchar, acompañar y ser parte de soluciones que no siempre se resuelven con dinero, pero sí con compromiso y empatía.
 
El voluntariado nos enseña algo que pocas experiencias logran: que el bienestar propio y el ajeno están más conectados de lo que pensamos. Cuando ayudamos, creamos un puente invisible que une a personas, comunidades e incluso generaciones. Ese puente no solo beneficia a quien recibe la ayuda, también fortalece a quien la brinda.
 
Además, ser voluntaria rompe barreras. Nos permite conocer realidades distintas, ampliar nuestra mirada y entender que, aunque nuestras historias sean diferentes, todos compartimos necesidades y sueños muy parecidos.
 
En tiempos donde la indiferencia parece más fácil que la acción, el voluntariado es un acto de rebeldía positiva. Es elegir involucrarse en vez de apartarse. Es decidir que nuestra voz, nuestras manos y nuestro corazón pueden marcar la diferencia, aunque sea en una sola vida.
 
Tal vez no podamos cambiar el mundo entero, pero sí podemos cambiar el mundo de alguien. Y a veces, eso es suficiente para encender una cadena de cambios que va mucho más allá de lo que imaginamos.
 
Al final, ser voluntaria es regalarse la oportunidad de dejar una huella, no en el asfalto ni en los libros de historia, sino en las personas. Y esas huellas, aunque invisibles, son las que verdaderamente perduran.

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de © Dog News 2024

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