Cada noviembre, el aire cambia de tono. Entra el invierno con su voz más fría, y con él, la preocupación por la salud de los más pequeños. Este año, el Gobierno del Estado, a través de la Secretaría de Educación (SEGE), ha decidido adelantarse al clima: del 3 de noviembre al 21 de marzo, las escuelas primarias ajustarán su horario para que el amanecer no sorprenda a niñas y niños bajo el aire helado. Una medida simple en apariencia, pero profundamente humana.
El nuevo horario invernal contempla una tolerancia de entrada de 30 minutos en el turno matutino y una salida 30 minutos antes en el vespertino. Más que una modificación administrativa, es un gesto de cuidado. Se trata de proteger a los estudiantes ante las bajas temperaturas y prevenir enfermedades respiratorias que cada temporada acechan: desde la influenza estacional y el COVID-19 hasta el Virus Sincitial, que suele afectar a los más pequeños.
El titular de la SEGE, Juan Carlos Torres Cedillo, explicó que la medida responde a la instrucción del gobernador Ricardo Gallardo Cardona, en coordinación con los Servicios de Salud y la Coordinación Estatal de Protección Civil. Así, la educación potosina se adapta al ciclo natural del clima, recordando que aprender también implica cuidar. La disposición abarcará todas las escuelas primarias públicas y privadas, que deberán mantener abiertos sus accesos en el horario habitual para quienes requieran llegar a tiempo.
Pero la estrategia no se limita a los relojes. Se ha pedido a las comunidades escolares limitar actividades al aire libre durante las horas más frías y reforzar los filtros sanitarios tanto en casa como en el aula. También se permitirá el uso de ropa abrigadora aunque no forme parte del uniforme. En un tiempo en que los protocolos suelen parecer burocráticos, estas acciones recuerdan su sentido más noble: proteger la vida cotidiana.
El gobierno estatal ha reiterado su compromiso con el bienestar de la niñez potosina. En cada salón de clases, detrás de cada abrigo y cada termo de chocolate caliente, hay una historia de cuidado compartido entre familias, maestros y autoridades. La educación no se detiene, solo aprende a abrigarse mejor.
Y así, mientras las mañanas se vuelven más frías, las escuelas de San Luis Potosí se preparan para que el invierno no enfríe las ganas de aprender. Porque cuidar también es enseñar, y enseñar —como la buena educación— empieza siempre por el ejemplo.








