Duendes rojos: el fenómeno eléctrico que desconcierta a la ciencia

No aparecen en tormentas cualquiera, ni son visibles a simple vista. Los “duendes rojos” —así se les llama coloquialmente— son uno de los fenómenos eléctricos más enigmáticos de la atmósfera superior. Aunque suena a mitología o ciencia ficción, son reales: destellos gigantes de luz rojiza que brotan por encima de las nubes durante tormentas eléctricas intensas, a más de 50 kilómetros de altura, en el borde con el espacio.

El nombre técnico de estos fenómenos es sprites (duendes en inglés), y fueron captados por primera vez en 1989 por casualidad, desde un laboratorio de la Universidad de Minnesota. Desde entonces, los científicos han documentado sus formas cambiantes: columnas, tentáculos, llamas invertidas que duran apenas milisegundos. El término “duendes” lo acuñaron justamente por su carácter esquivo y etéreo, como si fueran criaturas eléctricas que bailan en lo alto sin querer ser vistas.

Los sprites no afectan directamente al suelo ni representan un riesgo para las personas —ni para los aviones que vuelan a altitudes comerciales—, pero sí tienen un papel importante en el equilibrio eléctrico de la atmósfera. Se producen cuando un rayo muy potente genera una especie de “resonancia” en la ionosfera, una capa cargada eléctricamente. Es decir, son una respuesta energética en las alturas a la actividad eléctrica que ocurre más abajo.

Aunque los duendes no se pueden ver a simple vista desde tierra firme, en algunas regiones de México, como la Sierra Tarahumara o partes altas de Puebla, algunos observadores han captado tímidos destellos rojos durante tormentas eléctricas muy intensas. No son frecuentes, y mucho menos predecibles, pero su existencia desafía la idea tradicional de que los rayos solo ocurren de las nubes al suelo.

Hoy, los duendes rojos forman parte de una familia más amplia de fenómenos eléctricos llamados TLEs (Eventos Luminosos Transitorios), donde también están los “jets azules” y los “elfos”. Cada uno tiene características únicas, pero todos habitan ese misterioso espacio entre el cielo y el espacio, donde las leyes eléctricas aún guardan secretos.

Como la mayoría de los grandes misterios de la ciencia, estos rayos rojos no explican algo, sino que abren nuevas preguntas: ¿cómo se conectan con el clima? ¿Qué nos dicen sobre la energía en la atmósfera? ¿Pueden cambiar con el calentamiento global? Quizás sean duendes, sí, pero no mágicos: eléctricos, complejos y aún llenos de enigmas.

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