¿Y si la clave para mantener un peso saludable no estuviera en lo que comemos, sino en cómo lo comemos? Investigadores japoneses han dado un paso más allá en esta idea y están desarrollando estrategias para fomentar que las personas coman más lentamente. A través de un estudio experimental, analizaron la relación entre el ritmo al comer y la cantidad de alimento consumido, con resultados reveladores.
En el experimento participaron 33 adultos sanos que comieron pizza bajo distintas condiciones: con y sin ritmo marcado por un metrónomo o sonidos en auriculares. Los investigadores contaron cada mordida, masticada y el tiempo total que tardaron en comer. El objetivo era claro: descubrir si ralentizar el ritmo hacía que comieran menos.
Los hallazgos fueron contundentes. Las personas que comieron con un ritmo lento (marcado a 40 pulsos por minuto) tardaron más tiempo en terminar su comida. Las mujeres, por ejemplo, tardaron en promedio 87 segundos por porción, dieron más mordidas y masticaron más veces que los hombres. Comer más despacio no solo ayuda a sentirse satisfecho con menos, también mejora la digestión y genera una experiencia más consciente.
Datos curiosos
En culturas como la japonesa, comer con lentitud es parte de la educación alimentaria desde la infancia.
El estudio utilizó metrónomos reales para marcar el ritmo de comida.
Comer despacio se relaciona con mejores niveles de glucosa y menos ansiedad alimentaria.
En México, un platillo típico como arroz, frijoles y totopos, si se consume lentamente, puede generar mayor saciedad sin necesidad de repetir.
Algunas aplicaciones móviles ya están integrando funciones para «comer consciente», basadas en estos principios.









