El estilo, cuando es auténtico, no grita: dialoga. Así lo sugiere la reciente inclusión de Claudia Sheinbaum en la lista anual de las personas más elegantes del año, publicada por The New York Times. No se trata de una elegancia estridente ni dictada por las pasarelas, sino de una forma de vestir que comunica identidad, historia y sentido político a través de la tela y el gesto cotidiano.
El diario estadounidense puso el acento en una constante del vestir de la presidenta de México: la incorporación de bordados y textiles de origen indígena en actos públicos, combinados con prendas formales de líneas sobrias. En esa mezcla, aparentemente simple, se reconoce un lenguaje visual que enlaza tradición y modernidad, ceremonial institucional y memoria colectiva.
La lista, que reúne a figuras del entretenimiento, la cultura y la política internacional, no premia únicamente la estética, sino la capacidad de convertir la ropa en un discurso. En ese contexto, la presencia de Sheinbaum se entiende como un reconocimiento a una narrativa visual que evita el lujo ostentoso y apuesta por símbolos profundamente arraigados en el territorio y la historia mexicana.
A lo largo del año, su indumentaria fue observada no como una elección aislada, sino como una coherencia sostenida. Cada prenda bordada, cada textil artesanal, funcionó como una declaración silenciosa sobre pertenencia, respeto y visibilidad de culturas que durante siglos fueron relegadas incluso en los espacios de poder.
Con este recuento anual, The New York Times cerró su mirada sobre los estilos más representativos de 2025, dejando claro que la elegancia contemporánea ya no se mide solo en cortes o marcas, sino en el relato que se porta sobre los hombros. En ese relato, Claudia Sheinbaum aparece no como una figura de moda, sino como un símbolo de cómo la vestimenta también puede ser memoria, postura y sentido histórico.








