En el umbral de una nueva etapa para la numismática mexicana, el Ejecutivo federal envió a la Cámara de Diputados dos iniciativas que buscan actualizar las monedas de 10 y 20 pesos. Con este gesto, la presidenta Claudia Sheinbaum abre una discusión que combina economía, identidad cultural y modernización tecnológica. Las propuestas ya reposan en la Comisión de Hacienda, donde comenzarán su proceso de análisis.
El cambio más visible recae sobre la moneda de 20 pesos. Después de años en los que predominó su carácter conmemorativo, la iniciativa plantea crear un diseño estándar de circulación permanente. En el centro de esta renovación se ubica el Templo de Kukulkán, en Chichén Itzá, una de las imágenes más reconocibles del patrimonio cultural del país. Las emisiones especiales seguirán existiendo, aunque con producciones más cuidadas y limitadas.
La moneda de 10 pesos, por su parte, recibiría una modificación más técnica que estética. El planteamiento sustituye la aleación tradicional de cobre, níquel y zinc por un núcleo de acero recubierto de níquel, un cambio que no afectará el tamaño ni la forma que los ciudadanos conocen. La motivación es principalmente práctica: ajustar costos, integrar nuevos materiales y abrir la puerta a tecnologías de seguridad que resistan falsificaciones.
El documento enviado al Legislativo también sugiere que ambas monedas podrían incorporar características avanzadas para su verificación, un paso que sigue la tendencia internacional de actualización de métodos antifraude. Aunque los diseños esenciales permanecen, la estructura interna de las piezas evolucionaría para responder a estándares modernos sin perder su identidad.
Con las iniciativas ya formalmente turnadas, será la Cámara de Diputados quien determine el rumbo final de estos cambios. Por ahora, la propuesta abre un debate sobre cómo preservar símbolos nacionales mientras se adapta el circulante mexicano a las necesidades y retos del siglo XXI.
