El Gran Premio de Catar dejó de ser una simple estación en el calendario para convertirse en un capítulo más de esas temporadas que el tiempo recuerda. Max Verstappen recuperó su brillo de campeón, ganó con autoridad y obligó a que el destino del título se juegue —como en las grandes gestas deportivas— en la última carrera. Su victoria no solo estrechó la lucha, también reordenó el ánimo de un campeonato que parecía inclinarse hacia Lando Norris, el británico que llegaba a Catar con la oportunidad de coronarse y que terminó atrapado entre errores estratégicos y el empuje de sus rivales.
La carrera tuvo algo de teatro clásico: giros inesperados, un protagonista renacido y decisiones que torcieron el rumbo. Desde la arrancada, Verstappen dejó claro que no pensaba esperar a Abu Dabi para presionar. Superó a Norris en un movimiento quirúrgico, mientras Oscar Piastri defendía su pole con la serenidad de quien sabe que conduce un coche rápido y que aún puede escribir su propia versión de la historia. Pero en la séptima vuelta irrumpió el coche de seguridad, y con él, la jugada decisiva: Red Bull llamó a su piloto a boxes; McLaren, en cambio, decidió permanecer en pista.
Esa divergencia, mínima en apariencia, cambió toda la carrera. Con la nueva regla que limita a 25 vueltas la vida útil de cada juego de neumáticos, las paradas eran inevitables, pero el momento lo era todo. Verstappen salió beneficiado y encontró una pista despejada, mientras los McLaren quedaron atrapados en el tráfico, pagando caro la apuesta. Piastri logró recomponer algo del daño; Norris, en cambio, vio cómo su ventaja en el campeonato se evaporaba vuelta a vuelta.
Con el ritmo firme que lo caracteriza, el neerlandés se mantuvo al frente sin titubeos. Detrás de él, Carlos Sainz sostuvo un podio tan sólido como sufrido, mientras Piastri salvó la segunda posición con la frescura que lo ha convertido en un contendiente serio. Norris, relegado a la cuarta plaza, resistió lo que pudo, consciente de que cada punto era una forma de defender su destino. El resto del pelotón siguió su propia coreografía: Antonelli, Russell, Alonso y los demás llenaron el top ten con una mezcla de juventud, experiencia y pura supervivencia mecánica.
Ahora la Fórmula 1 se dirige a Yas Marina con un guion irresistible: tres pilotos, un margen estrecho y un título que no conoce dueño. Como en 2010, como en 2021, el campeonato se vuelve un espejo donde se reflejan ambición, riesgo y memoria. Verstappen llega lanzado, Norris llega perseguido, Piastri llega despierto. La última carrera no será solo una competencia: será un desenlace.









