México celebra su día para impulsar lo nacional

El Senado ha dado un paso que, más que legislativo, parece simbólico: instituir el Día Nacional de lo Hecho en México. No es un simple homenaje a la manufactura nacional, sino un intento por reactivar un viejo pulso económico y emocional que ha acompañado al país desde la época de los primeros talleres artesanales hasta las industrias modernas. Cada segundo viernes de septiembre se celebrará, entonces, no solo lo que hacemos, sino lo que somos capaces de imaginar y construir.

La propuesta, presentada por el senador Francisco Chíguil Figueroa, forma parte del renovado impulso de la campaña Hecho en México dentro del llamado Plan México. Desde su origen, el concepto buscó algo más profundo que una estrategia comercial: pretendió convertirse en una especie de identidad compartida, un recordatorio de que la historia del país también se escribe en mercados, fábricas familiares, manos que transforman la materia y comunidades que elaboran lo que consumimos.

El distintivo Hecho en México, esa marca que durante décadas ha viajado en etiquetas y empaques, será entregado a los bienes que realmente nazcan de territorio nacional: manufacturados aquí, ensamblados aquí, pensados aquí. Un sello que, según explican los legisladores, no solo certifica calidad, sino que reivindica el origen de materias primas y técnicas que han evolucionado sin perder su raíz. Es, en cierto modo, una pequeña medalla a la memoria productiva del país.

Durante la discusión parlamentaria, Emmanuel Reyes Carmona, presidente de la Comisión de Economía, recordó que esta medida busca iluminar a quienes sostienen silenciosamente la economía: pequeñas y medianas empresas que fabrican con rigor, con imaginación, con ese espíritu que convierte un oficio en legado. Las cifras recientes muestran la magnitud del fenómeno: cientos de empresas y casi dos mil productos ya portan el distintivo, como si un viejo símbolo recuperara fuerza para atravesar nuevas fronteras.

Con esta declaración oficial, el Senado pretende reactivar el consumo interno y fortalecer la competitividad mexicana, sí, pero también recuperar una conversación más íntima: la que nos invita a mirar el origen de lo que compramos y a reconocer en cada pieza un fragmento de nuestra propia historia. Al final, lo Hecho en México es tanto una afirmación económica como un acto de memoria colectiva.

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