Voces que abren camino en Villa de Pozos

En el entramado siempre complejo de la vida municipal, hay momentos en los que una comunidad decide mirarse con honestidad y tender puentes hacia quienes históricamente han caminado en silencio. Así ocurrió en Villa de Pozos, donde la presidenta concejal Patricia Aradillas Aradillas participó en la conferencia Movimiento de Personas con Discapacidad, un encuentro que, más que evento protocolario, se convirtió en un espacio para escuchar historias, tensiones, sueños y esperanzas que este sector comparte desde hace años.

La funcionaria, consciente de la deuda histórica que muchas localidades mantienen con las personas con discapacidad, reconoció la urgencia de acciones que dignifiquen y protejan sus derechos. Habló de la importancia de sostener un diálogo continuo y verdadero, uno que no se limite al discurso sino que abra puertas reales: accesibilidad, sensibilidad institucional, políticas que miren de frente las desigualdades aún persistentes.

Desde su administración —dijo— se seguirá impulsando una agenda amplia de inclusión, diseñada para que cada habitante de Villa de Pozos encuentre condiciones que respeten su dignidad y su plena participación en la vida social. Este compromiso, más que una declaración, refleja un cambio de época: un municipio que entiende que la inclusión no es un favor ni un gesto de buena voluntad, sino una obligación ética.

En la conferencia, Isis Libertad Lara, integrante del Movimiento de Personas con Discapacidad, ofreció una reflexión luminosa sobre identidad, visibilidad y pertenencia. Su intervención hiló con claridad la necesidad de reconocer la diversidad humana como un valor y no como un obstáculo. También anunció un programa de actividades para el 30 de noviembre, que incluye una misa matutina, una marcha pacífica en Tequisquiapan y un mercadito inclusivo acompañado de una exposición artística, una celebración de talento y resistencia.

El municipio, así, se prepara para un cierre de mes que no sólo busca informar, sino convocar. La jornada se perfila como un recordatorio de que la construcción de un entorno verdaderamente incluyente es un esfuerzo colectivo: autoridades que escuchan, ciudadanos que participan y una comunidad que empieza a comprender que ninguna sociedad avanza dejando a alguien atrás.

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