El 25N y las Verdades que México «Ya No Puede Callar»

El 25 de noviembre vuelve a recordarnos que no estamos ante una simple fecha conmemorativa, sino ante una herida abierta que late en millones de hogares. En México, más de la mitad de las mujeres mayores de 15 años ha enfrentado algún tipo de violencia. No es solo una cifra: es el retrato de un país que ha normalizado el daño al grado de esconderlo detrás de puertas cerradas, donde la pareja o expareja suele ser el agresor principal. Una ironía cruel: el lugar que debería ser refugio es, para muchas, el escenario del miedo.

Las instituciones han levantado protocolos, refugios, líneas de ayuda, órdenes de protección y centros especializados. Sin embargo, el mapa real cuenta otra historia: falta coordinación, sobran vacíos presupuestales y persiste la ausencia de un enfoque preventivo que actúe antes de que la violencia estalle. Mientras tanto, los estereotipos que moldean comportamientos siguen ahí, tan cotidianos que casi parecen inocentes, hasta que dejan de serlo.

Las cifras globales confirman que esto no es un problema local ni cultural, sino estructural. Casi una de cada tres mujeres en el mundo ha vivido violencia física o sexual. Detrás de esos números se esconden realidades invisibles: trastornos de ansiedad, trauma acumulado, secuelas físicas, silencios heredados por generaciones. La violencia contra las mujeres no está en la categoría de “tema social”: pertenece al ámbito urgente de los derechos humanos y la salud pública.

Una antítesis dolorosa atraviesa este escenario: mientras los sistemas fallan, las mujeres no lo hacen. A pesar de la impunidad y las narrativas que cuestionan más a las víctimas que a los agresores, cada vez más voces se alzan para romper el ciclo. No se trata solo de valentía; se trata de sobrevivencia y de la convicción de que el silencio jamás ha sido neutral.

En paralelo, las colectivas, organizaciones y especialistas trabajan para desmontar patrones que la sociedad había dado por sentado. Desde talleres comunitarios hasta investigaciones académicas, desde cambios legales hasta campañas de acompañamiento emocional, la resistencia se vuelve visible y, sobre todo, colectiva. El 25N ya no es únicamente un recordatorio del dolor, sino también un aniversario de lucha en movimiento.

En un país donde la violencia parece insistir en hacerse rutina, la sororidad se vuelve acto revolucionario. Cada mujer que decide hablar empuja una puerta que otra podrá atravesar. Cada historia contada reconfigura el relato. Cada denuncia, cada marcha, cada exigencia pública abre una grieta en un sistema que preferiría mantenerse intacto.

Datos curiosos del tema: La ONU ha registrado que los momentos de mayor riesgo para una mujer no siempre son los espacios públicos, sino los periodos de mayor convivencia con sus agresores; por ejemplo, durante confinamientos o crisis económicas. Además, estudios recientes revelan que las campañas comunitarias de acompañamiento emocional reducen significativamente la repetición de la violencia, aun en contextos de recursos limitados.

Este 25N vuelve a decirnos lo esencial: la lucha continúa y no estás sola. Lo que hoy parece una ola imparable empezó con pequeñas voces, y cada una de ellas sigue construyendo futuro. Que este día no sea un punto final, sino un punto de partida.

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