Hay proyectos que nacen en un aula, pero sólo cobran sentido cuando cruzan la puerta de la universidad y se encuentran con las necesidades de una comunidad real. Así ocurrió con la iniciativa encabezada por la docente e investigadora María Zenaida Saavedra Leos, de la Unidad Académica Multidisciplinaria Región Altiplano, quien lidera una propuesta capaz de convertir el lactosuero —ese residuo modesto y casi siempre ignorado de la producción de queso— en un suplemento nutricional accesible para familias del Altiplano potosino.
El detonante fue el trabajo social realizado en comunidades de Cedral, donde los investigadores detectaron que numerosas niñas y niños sufrían dificultades para digerir la lactosa. En hogares donde la leche deslactosada resulta demasiado costosa, la pregunta era evidente: ¿qué hacer con un subproducto como el lactosuero, que normalmente termina desperdiciado o destinado al ganado? La respuesta, como suele ocurrir en la buena ciencia aplicada, surgió al mirar lo cotidiano con nuevos ojos.
El equipo desarrolló un proceso para desdoblar la lactosa y transformarla en glucosa y galactosa, azúcares más amables con el sistema digestivo. Después, mediante un secado por aspersión, obtuvieron un polvo de larga vida en anaquel, capaz de conservar proteínas, grasas, carbohidratos y minerales. El resultado es un suplemento de bajo costo que ofrece una calidad nutricional comparable a la de la leche tradicional, apto para niñas, niños y también para adultos que requieren opciones digestivamente más ligeras.
La relevancia social del proyecto no pasó desapercibida. Fue reconocido con el premio internacional Maestros que Dejan Huella, una distinción que celebra a quienes transforman la academia en acción comunitaria. Gracias a este galardón, el equipo recibirá acompañamiento en temas financieros, logísticos y de posible patente, además de apoyo para desarrollar productos derivados como yogurt y queso deslactosados.
Saavedra Leos subraya que el propósito nunca fue económico. Actualmente el suplemento llega a cinco familias, pero la meta es crecer con el mismo espíritu que lo originó: servir. Para la UASLP, este modelo representa también una vía para convertir el conocimiento académico en un puente hacia la región, involucrando a estudiantes y generando beneficios palpables. Al mismo tiempo, ofrece a los productores de queso una alternativa sustentable que reduce contaminación y da nuevo valor a un material antes desechado.
El proyecto, integrado por investigadores y estudiantes de Matehuala, revela algo profundo: que la ciencia, cuando dialoga con su territorio, se convierte en una herramienta de justicia cotidiana. “Un maestro que deja huella —dice Saavedra— es quien saca la academia al exterior y genera impacto social”. En estas tierras del Altiplano, donde cada recurso cuenta, esa huella comienza a trazarse con la luz humilde del lactosuero convertido en oportunidad.









