Blue Origin logra histórico aterrizaje y envía naves rumbo a Marte

El cielo de Florida fue testigo de un episodio que, algún día, los libros de historia espacial recordarán como un punto de inflexión. Blue Origin lanzó con éxito su cohete New Glenn, llevando a bordo dos naves gemelas de la NASA destinadas a estudiar Marte, y alcanzó un hito largamente perseguido: recuperar su propulsor tras un vuelo orbital. Una maniobra que, hasta ahora, sólo había logrado SpaceX.

El despegue, demorado por días debido al clima terrestre y espacial, llegó tras una semana de espera tensa. La escena en Cabo Cañaveral fue casi ceremonial: el propulsor descendió con una precisión inesperada sobre una plataforma flotante, arrancando gritos de celebración entre ingenieros y espectadores. En ese gesto mecánico y elegante, Blue Origin colocó su nombre en un listado mínimo de hazañas tecnológicas.

La rivalidad entre las empresas de Jeff Bezos y Elon Musk agregó un matiz adicional a la jornada. Aun así, desde SpaceX llegaron felicitaciones públicas, incluido el propio Musk, que reconoció el logro como un avance sustancial en la carrera por las operaciones espaciales reutilizables. Detrás de las palmadas virtuales se asoma un escenario mayor: la NASA abrió recientemente nuevas licitaciones para su futuro salto lunar, un terreno donde ambas empresas apuestan sus mejores cartas.

El camino hacia el despegue, sin embargo, no fue recto. A los contratiempos por el clima se sumó una tormenta solar que obligó a aplazar el lanzamiento ante el riesgo de dañar los instrumentos científicos. A ello se añadieron fallos técnicos no detallados por la compañía. Sólo a media tarde, cuando el reloj marcó el momento oportuno, el New Glenn ascendió finalmente sobre la costa atlántica.

A bordo viajaron “Blue” y “Gold”, las naves gemelas de la misión ESCAPADE. Su objetivo inmediato es observar el clima espacial desde una órbita segura alrededor de la Tierra, y esperar la alineación planetaria que, en 2026, les permitirá emprender el salto gravitacional hacia Marte. Si todo ocurre como está previsto, llegarán al planeta rojo en 2027 para estudiar su historia atmosférica, pieza clave para entender si algún día podrá albergar misiones humanas.

Más allá del éxito técnico, este lanzamiento abre una nueva posibilidad para la exploración: misiones que no dependan estrictamente de la ventana bienal entre la Tierra y Marte. En la medida en que las empresas privadas perfeccionen la reutilización y la robustez de sus vehículos, el viaje interplanetario podría dejar de ser un evento excepcional para convertirse en un ejercicio más frecuente de la curiosidad humana.

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