Los perros han sido “los mejores amigos” del hombre por más de 10 000 años

En un giro que empuja la historia hacia territorios más antiguos de lo imaginado, un equipo internacional de científicos logró reconstruir la ruta de la amistad más longeva del planeta: la que une a los perros con las comunidades humanas. Gracias al análisis de ADN antiguo, la investigación confirma que los perros ya caminaban junto a los primeros grupos de cazadores y migrantes hace más de diez mil años, participando en sus desplazamientos, en sus rutinas y, quizá, en sus silencios.

La reconstrucción genética, basada en genomas caninos recuperados en regiones que van desde Siberia hasta el noroeste de China, permitió observar un detalle revelador: los perros no solo se movían con los humanos, sino que lo hacían a la par de sus grandes migraciones intercontinentales. Es una evidencia del vínculo profundo que se tejió desde los albores de nuestra especie sedentaria, un pacto que trascendió conveniencias y se volvió parte de la experiencia humana.

El estudio también permitió mirar los rostros —o mejor dicho, los cráneos— de aquellos primeros perros. Mediante escaneos tridimensionales, los investigadores descubrieron que ya desde tiempos remotos estos animales mostraban una diversidad física notable, muy anterior a las razas artificiales del mundo moderno. En otras palabras, la variedad que hoy vemos en plazas y hogares ya estaba germinada en la prehistoria.

Un elemento clave es la forma en que estas transformaciones hablan de la domesticación como un proceso compartido. No se trató únicamente de una imposición humana, sino de un intercambio: los perros encontraron seguridad y alimento, mientras que las personas hallaron compañía, ayuda en la caza y un aliado sensible para navegar entornos inciertos. Ambos se adaptaron el uno al otro, y ese diálogo evolutivo dejó huellas palpables en su ADN.

Desde una perspectiva histórica, este hallazgo obliga a reconsiderar momentos fundacionales. Si los perros acompañaban a los humanos desde épocas tan tempranas, su presencia no solo fue funcional: moldeó prácticas, ritmos, decisiones y quizá incluso mitologías. Los canes no llegaron después; estuvieron desde el principio, como testigos y partícipes de la aventura humana.

La investigación abre nuevas preguntas sobre cómo la convivencia moldeó no solo a los perros, sino a nosotros mismos. Y en ese cruce de historias, uno comprende por qué la idea del “mejor amigo” no es un invento sentimental moderno, sino una verdad que ha resistido glaciaciones, migraciones y miles de años de historia compartida.

Compartir post:

RECIENTES