El anuncio de OpenAI no es solo un lanzamiento tecnológico; es casi una declaración estética. Sora 2 aparece como una nueva tentativa de domar lo inasible: la creación de imágenes en movimiento tan cercanas a lo real que difuminan las fronteras entre la experiencia y la invención. La compañía, heredera del impacto que supuso ChatGPT en 2022, coloca ahora sobre la mesa un modelo que promete coreografiar al detalle lo que antes era torpe y balbuceante.
Este nuevo sistema no se limita a producir videos convincentes; se atreve con lo impensable. Rutinas de gimnasia olímpica, jugadas de baloncesto que desafiaban los modelos previos, diálogos que por fin se acoplan con naturalidad al movimiento de los labios y efectos de sonido que dialogan con la escena como si hubieran nacido allí. La precisión física es, quizá, el corazón de esta segunda versión: un intento de reconciliar la lógica de la materia con la plasticidad de los algoritmos.
Pero la verdadera jugada maestra se esconde en otro rincón. OpenAI acompaña a Sora 2 con una aplicación social que recuerda inevitablemente a TikTok, aunque con un giro fascinante: los usuarios pueden convertirse en protagonistas de mundos creados por la inteligencia artificial. Lo llaman “cameos”, y la idea es tan sencilla como poderosa: insertarse en un relato que nunca existió y habitarlo con rostro y voz propios.
La apuesta no se despliega en un vacío. Google, Runway AI y Midjourney también avanzan con rapidez en la generación de video. La diferencia radica en la promesa de OpenAI de una fidelidad notable, no solo en el parecido físico de los usuarios que se insertan en las escenas, sino en la naturalidad de sus voces y movimientos. La competencia parece más una carrera por el alma del cine del futuro que por un simple mercado de aplicaciones.
Conviene detenerse en la metáfora histórica: así como el cinematógrafo de los Lumière inauguró una forma inédita de contar el mundo, Sora 2 apunta a reconfigurar la manera en que la imaginación se comparte. Ya no se trata únicamente de ver historias proyectadas, sino de entrar en ellas como actores espontáneos, multiplicando el antiguo deseo humano de estar dentro del mito.
Por ahora, la aplicación está restringida a invitaciones en Estados Unidos y Canadá. El resto del mundo observa con expectación. Tal vez estemos asistiendo al inicio de una nueva gramática audiovisual, donde el usuario deja de ser espectador para transformarse en cronista y protagonista de ficciones generadas por IA. El futuro, con Sora 2, no se mira desde la butaca: se habita desde dentro de la escena.









