Un equipo de investigadores de la Universidad de Reading, en el Reino Unido, logró que un fragmento de gel blando y transparente jugara al clásico videojuego Pong… y que mejorara con la práctica. Este avance, publicado en Cell Reports Physical Science, abre la puerta a una nueva generación de materiales inteligentes capaces de aprender y adaptarse sin necesidad de células vivas ni circuitos convencionales.
El experimento se realizó con un hidrogel basado en polímeros electroactivos (EAP), materiales que cambian de forma al recibir impulsos eléctricos. Hasta ahora, se utilizaban principalmente en sensores y actuadores, pero su comportamiento en aprendizaje y memoria nunca había sido probado. Para comprobarlo, los científicos conectaron el gel a una versión adaptada de Pong mediante una matriz de electrodos, estimulándolo con corrientes que indicaban la posición de la pelota. Sorprendentemente, el gel comenzó a responder mejor con el tiempo, extendiendo la duración de los rallies tras solo 20 minutos.
La clave de esta “memoria” emergente radica en la reorganización de los iones dentro del gel: cada estímulo eléctrico modificaba su estructura interna, permitiéndole ajustar la posición de la pala del juego con mayor precisión en intentos posteriores. El fenómeno, comparado por los autores con la forma que conserva una almohada después de presionar la mejilla, no implica conciencia, pero sí un comportamiento adaptativo inédito en materiales no biológicos.
Aunque el llamado “cerebro de gel” no es un organismo ni una IA tradicional, su capacidad de aprendizaje plantea aplicaciones revolucionarias en robótica, inteligencia artificial física y dispositivos autónomos. Según Yoshikatsu Hayashi, líder del estudio, este hallazgo demuestra que “los sistemas complejos no son exclusivos de los seres vivos o del silicio; también pueden emerger en materiales simples”.
La investigación recuerda a experimentos previos con neuronas humanas que aprendieron a jugar Pong en una placa de Petri en 2022. Sin embargo, el logro actual va más allá: prescinde de células, lo que acerca la posibilidad de construir estructuras funcionales que simulen procesos cognitivos sin recurrir a organismos vivos. El futuro podría estar moldeado por materiales que piensen… aunque sin saber que lo hacen.









