San Luis Potosí sube al ring nacional y regresa con tres medallas en boxeo

Con determinación en cada golpe y un respaldo institucional que no escatima esfuerzos, la delegación potosina de boxeo cerró con fuerza su participación en la Olimpiada Nacional 2025. Puebla fue la sede de esta edición, donde jóvenes talentos del país demostraron no solo técnica y potencia, sino una resiliencia que también se cultiva fuera del cuadrilátero. San Luis Potosí no fue la excepción: sus atletas volvieron con una medalla de plata y dos de bronce, reafirmando que en esta entidad el deporte es una prioridad respaldada con hechos.

La medalla de plata fue conquistada por Ezequiel Ramírez Lara, quien peleó en la categoría Junior +80 kg. Su enfrentamiento con el chihuahuense Ramiro Orlando fue intenso y parejo, una final que mantuvo en vilo a los asistentes por la entrega de ambos pugilistas. Aunque el oro no llegó esta vez, el desempeño de Ramírez Lara lo colocó en el radar nacional como una promesa del boxeo mexicano.

A la lista de logros se suman las preseas de bronce de Efrén Ezequiel Pérez Santillán, en la categoría Juvenil 57 kg, y Ángel Yahir Pecina Méndez, en Junior hasta 80 kg. Ambos mostraron talento en ascenso, disciplina y temple, valores que, junto con el acompañamiento técnico adecuado, les han permitido representar a su estado con orgullo y dignidad.

Detrás de cada medalla hay una historia de entrenamiento diario, sacrificios familiares y vocación deportiva. Este esfuerzo se potencia con el trabajo del equipo técnico liderado por los entrenadores Saúl Rojas, Diego Ariel Corpus, Marcos González y David Orozco, además del delegado Luis Javier Rangel, quienes han apostado por el desarrollo integral de los atletas.

El director del Instituto Potosino de Cultura Física y Deporte, Francisco Serrano Altuzar, fue testigo del desempeño de la delegación en tierras poblanas. Su presencia no fue casual: responde a una política estatal que busca consolidar un semillero deportivo permanente, donde las victorias no solo se midan en medallas, sino en la formación de seres humanos resilientes.

Porque cada victoria que se gana con sudor, detrás de las cuerdas, tiene un eco profundo en la comunidad: inspira, dignifica y recuerda que el deporte es también una forma de narrar el presente y construir el futuro.

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