Desde el corazón del pueblo triqui en San Luis Potosí hasta las oficinas de la ONU en Ginebra, Suiza, la Maestra Palmira Flores García ha trazado una ruta de dignidad, conocimiento y resistencia. Egresada del posgrado en El Colegio de San Luis, Palmira no solo se convierte en la primera mujer triqui en participar en el sistema de Naciones Unidas, sino que lo hace como una de las diez personas seleccionadas —entre más de 200 postulantes— para integrarse al Programa de Formación en Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas.
El programa, altamente competitivo, inició en la Universidad de Deusto en Bilbao, España, donde Palmira cursó la primera etapa académica centrada en derecho indígena, pluralismo jurídico e incidencia política. Ahora, en su segunda fase, trabaja desde la sede de la ONU con organismos como la OIT, FAO, UNESCO y el Mecanismo de Expertos sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, participando activamente en sesiones que no solo analizan, sino que inciden en la política global sobre los derechos de los pueblos originarios.
Su presencia internacional no es fortuita: responde a un proceso de formación, arraigo comunitario y visión crítica. Es también un acto político. En Palmira confluyen las luchas históricas por el territorio, la autonomía y la justicia, con una voz joven, femenina y profundamente comprometida con visibilizar la realidad de los pueblos indígenas en contextos urbanos.
En un momento donde el discurso sobre diversidad e inclusión muchas veces se queda en lo superficial, Palmira encarna lo que significa la representación auténtica: aquella que surge desde abajo, desde el propio tejido comunitario. Su trabajo actual en Ginebra no solo lleva consigo la historia del pueblo triqui, sino también la de tantas mujeres indígenas que han sido sistemáticamente silenciadas.
El valor estratégico de su participación radica en su capacidad para articular una visión de derechos humanos con pertinencia cultural, mirada de género y enfoque territorial. Palmira no solo representa a México, representa una forma distinta de pensar el mundo: una en la que la autodeterminación de los pueblos no es retórica, sino horizonte.









