El misterio bajo el árbol caído: hallan urnas funerarias esféricas en la Amazonía

En las entrañas húmedas de la selva amazónica, donde el suelo cede bajo las lluvias y los árboles reinan como testigos del tiempo, un hallazgo insólito ha capturado la atención de la arqueología mundial: siete urnas funerarias esféricas fueron desenterradas por un equipo interdisciplinario en el municipio brasileño de Fonte Boa, en el estado de Amazonas. Lo curioso no fue solo su forma redondeada y su misteriosa ausencia de tapas visibles, sino el lugar del hallazgo: enterradas entre las raíces de un árbol caído, suspendidas a media altura, como si la tierra misma las hubiese querido mantener ocultas hasta ahora.

El descubrimiento tuvo lugar en el entorno de Lago do Cochila, una zona que, siglos atrás, formó parte de una red de islas artificiales creadas por comunidades indígenas para habitar tierras inundables. Estas plataformas, elevadas con materiales transportados a mano, no solo fueron refugios ante las crecientes, sino también centros sociales y rituales. Bajo lo que pudieron ser antiguas casas comunales, y a tan solo 40 centímetros de profundidad, yacían estas urnas de arcilla verdosa, que contenían restos humanos, huesos de peces y tortugas, revelando un vínculo entre rituales funerarios y la alimentación.

Las implicaciones del hallazgo son profundas. Las urnas, que podrían tener siglos o incluso milenios de antigüedad, son una pista crucial para reconstruir el pasado de las culturas amazónicas precoloniales, usualmente ignoradas por las narrativas tradicionales. La ausencia de tapas sugiere el uso de materiales orgánicos hoy descompuestos, lo que habla no solo del simbolismo, sino de la efímera belleza de los ritos funerarios indígenas.

Detrás del hallazgo hay una historia de cooperación ejemplar. Las comunidades locales fueron quienes detectaron las cerámicas y alertaron al Grupo de Investigación en Arqueología y Gestión del Patrimonio Cultural de la Amazonia, del Instituto Mamirauá. Su conocimiento del territorio fue esencial para identificar el sitio, e incluso ayudaron a construir andamios improvisados para excavar las urnas suspendidas, demostrando que la ciencia sin raíces comunitarias pierde fuerza y sentido.

El misterio no ha hecho más que comenzar. Los estudios posteriores en el Instituto Mamirauá buscarán identificar la edad exacta de las urnas, los pigmentos de la cerámica y la procedencia del material, ya documentado en otros contextos arqueológicos. Lo cierto es que, en medio de la llanura aluvial, bajo un árbol que cayó por azar, resurgió un fragmento de la memoria indígena amazónica, esa que sigue viva en la tierra, en la arcilla… y en quienes aún la cuidan.

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