A simple vista, una obra monumental como la presa de las Tres Gargantas en China es un símbolo del poder humano sobre la naturaleza, una hazaña de ingeniería que transforma la fuerza de un río milenario en energía limpia para millones. Sin embargo, bajo esta grandiosidad se esconde un fenómeno insospechado y fascinante: la posibilidad de que esta presa esté modificando, aunque sea en grados mínimos, la rotación del planeta. ¿Cómo es que una construcción humana puede influir en el giro constante de la Tierra? La respuesta se encuentra en la compleja danza entre el agua, la masa y la física del movimiento terrestre.
El principio detrás de esta influencia radica en la redistribución masiva de agua. La presa de las Tres Gargantas controla y almacena volúmenes colosales de agua en su embalse, alterando el equilibrio natural del Yangtsé. Al concentrar tanta masa líquida en un espacio determinado, se cambia la distribución del peso sobre la corteza terrestre. Este fenómeno se traduce en una ligera variación en el momento de inercia del planeta, es decir, en cómo la masa del planeta está distribuida respecto a su eje de rotación. En términos simples, al acumular una gran cantidad de agua en un punto, la Tierra ajusta su velocidad de giro, similar a cómo un patinador gira más lento al extender los brazos.
Este efecto, aunque sorprendente, es diminuto. Los cambios en la rotación medidos por los científicos son minúsculos, del orden de milisegundos en el día solar. Sin embargo, la propia magnitud de la intervención humana, en términos de ingeniería y control del agua, pone en perspectiva cómo las acciones de la humanidad se entrelazan inevitablemente con los mecanismos naturales del planeta. La presa no solo genera electricidad y controla inundaciones, sino que también representa, casi inadvertidamente, una huella en la mecánica global de la Tierra, recordándonos la fragilidad del equilibrio planetario.
El debate científico no termina en la mera constatación del fenómeno; plantea también preguntas sobre el impacto acumulativo de otras grandes construcciones y actividades humanas en el planeta. ¿Podrían otras represas, minas o incluso grandes concentraciones urbanas estar influyendo en el comportamiento del planeta? Este interrogante invita a reflexionar sobre la escala y el alcance de nuestra intervención en el medio ambiente, y cómo la modernidad podría estar dejando su marca incluso en el movimiento de la Tierra.
Dato curioso: La presa de las Tres Gargantas es la más grande del mundo y puede contener hasta 39.3 mil millones de metros cúbicos de agua, suficiente para cubrir toda España con casi medio metro de agua. Este volumen masivo es comparable a pequeñas masas terrestres en términos de peso, lo que explica cómo puede alterar el balance del planeta a nivel microscópico.