Cuando el precio afloja: la gasolina entra en una tregua nacional

Hay decisiones públicas que no hacen ruido, pero mueven el pulso cotidiano de millones. Desde finales de febrero, la Estrategia Nacional para Promover la Estabilización del Precio de la Gasolina comenzó a operar como un dique silencioso frente a la marea inflacionaria. El resultado, a casi un año de distancia, es una baja perceptible en el precio de la gasolina regular en prácticamente todo el país, una señal que toca directamente el bolsillo y la rutina de las familias.

La Procuraduría Federal del Consumidor confirmó que la disminución ha oscilado entre poco más de un punto porcentual y hasta un cuatro por ciento, con un promedio nacional que se mantiene por debajo de la barrera simbólica de los veinticuatro pesos por litro. Salvo la región sureste, donde los costos logísticos siguen pesando como ancla, el país ha visto estabilizarse un insumo que durante años fue sinónimo de sobresalto.

El sur del país encabezó la caída más marcada, seguido por el noreste y el occidente, regiones donde la baja ha sido constante y sostenida. No se trata de una casualidad de mercado, sino de una intervención diseñada para amortiguar presiones externas y ordenar el tablero interno del consumo energético. La gasolina, ese termómetro social tan sensible, ha dejado de subir para empezar a respirar.

El monitoreo semanal de estaciones de servicio también dejó ver los contrastes que persisten. Hay expendios que ofrecen precios ajustados y márgenes razonables, y otros donde el litro se encarece de forma notable. Esa disparidad, exhibida públicamente, funciona como un recordatorio de que la transparencia también es una forma de regulación y que el consumidor informado tiene más poder del que imagina.

En paralelo, Profeco ha mantenido bajo la lupa otros frentes igual de cotidianos: las remesas, la canasta básica y los productos agrícolas que cambian de precio como si siguieran su propio clima. En conjunto, el mensaje es claro: estabilizar no es congelar, sino vigilar, ajustar y, cuando es posible, aliviar. En tiempos de incertidumbre global, incluso una baja modesta puede convertirse en un gesto político de gran calado humano.

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