La llave que abre los muros: cuando la justicia aprende a perdonar

En el corazón del sistema penitenciario potosino, donde durante décadas el tiempo pareció avanzar más lento, el Poder Ejecutivo del Estado autorizó un nuevo programa de preliberaciones que busca algo más que liberar cuerpos: intenta reconciliar a las personas con su propia historia. La medida se presenta como un gesto jurídico, sí, pero también como una declaración ética sobre la posibilidad de la segunda oportunidad y el valor de la reinserción social.

La ceremonia realizada en el Centro Penitenciario de La Pila tuvo un tono sobrio y simbólico. Ahí, el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana del Estado, Jesús Juárez Hernández, recordó que desde que el gobernador Ricardo Gallardo Cardona impulsó esta política, se ha actuado con responsabilidad y apego estricto a la ley, pero también con una sensibilidad poco común en los discursos institucionales. La reinserción, subrayó, no puede ser una palabra hueca si no se acompaña de humanidad.

El programa no descansa en una sola voluntad. Diversas instituciones han trabajado de manera coordinada para que este beneficio llegue únicamente a quienes cumplen los requisitos legales y han demostrado una intención real de reintegrarse a la sociedad. Poder Judicial, Defensoría Pública, Fiscalía General del Estado, Secretaría de Seguridad y Dirección de Prevención y Reinserción Social han tejido un engranaje donde la legalidad y la evaluación cuidadosa buscan evitar la arbitrariedad.

Más allá de las resoluciones administrativas, el esfuerzo también ha sido material y cotidiano. Se han dignificado espacios, modernizado procesos y mejorado condiciones al interior de los centros penitenciarios, con la convicción de que nadie puede reconstruir su vida desde el abandono. Preparar para la libertad implica ofrecer herramientas, orden y un entorno que no contradiga el discurso de cambio.

Juárez Hernández definió este proceso como un trabajo histórico, no por su espectacularidad, sino por su profundidad. Nunca antes, dijo, se había invertido tanto en transformar no solo la infraestructura, sino el sentido humano del sistema penitenciario, ampliando espacios y fortaleciendo la custodia. En ese gesto silencioso, la justicia deja de ser castigo perpetuo y se convierte, al menos por un momento, en una puerta que vuelve a abrirse.

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