3I/ATLAS: el visitante interestelar que volverá a cruzar cielos en 2026

En el vasto lienzo del cosmos aparece de vez en cuando un viajero solitario cuya visita despierta fascinación y preguntas que rompen la rutina de nuestros cielos. 3I/ATLAS —un cometa originario de fuera del sistema solar— es apenas el tercer objeto interestelar detectado hasta ahora, y su paso por nuestro vecindario cósmico genera expectación, estudio y asombro compartido. Su trayectoria hiperbólica lo define como un mensajero del espacio profundo, un ser errante que regresa a su casa estelar tras rozar el Sol y cruzar el plano planetario.

Tras rozar su punto más cercano al Sol a finales de octubre de 2025, 3I/ATLAS desapareció momentáneamente tras el resplandor solar. Pero la ventana se ha reabierto: a partir de noviembre de 2025 y hasta los primeros meses de 2026, el cometa volverá a ser observable desde la Tierra con telescopios medianos. Será visible en el cielo del amanecer, saliendo poco antes del alba, una aparición discreta que solo quienes levanten la mirada con paciencia podrán descubrir.

Aunque su brillo será tenue y nunca alcanzará niveles visibles a simple vista, la observación de 3I/ATLAS tiene un valor simbólico y científico inmenso. Verlo será contemplar un fragmento de otra estrella, una roca helada que viajó años luz y ahora pasa fugazmente por nuestro sistema. Su coma y su cola de polvo son una invitación a imaginar otros mundos, abrir la mente al tamaño del universo y medir, aunque sea de puntillas, la escala real del cosmos.

El paso más cercano del cometa a la Tierra está estimado para diciembre de 2025, pero incluso en esa fecha su distancia será segura: no representa peligro alguno para nuestro planeta. Su visita no será un choque ni un evento dramático, sino un susurro cósmico, un parpadeo astronómico discreto, elegante, casi poético. Quizá nadie encienda alarmas, pero muchos telescopios apuntarán, listos para registrar un instante de maravilla compartida.

3I/ATLAS emprenderá luego su retirada definitiva, abandonando el sistema solar y dejando tras de sí cuestionamientos, datos valiosos e imágenes fugaces. Su paso se volverá memoria, su trayectoria un recuerdo. Pero también será una lección: la del universo como escenario mutable, hecho de visitantes inesperados, de piedra y hielo, de polvo divergente. Y mientras su estela se disipe, cada mirada al cielo recordará que, por un breve momento, tuvimos una visita de origen lejano, una visita que nos conectó con las estrellas.

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